No podía sacar de mi cabeza aquel
pensamiento empecinado que daba una y mil vueltas como un vetusto carrusel de
feria.
Es la fuerza que todo misterio encierra y
pone a prueba la curiosidad más profunda que te lleva irremediablemente a una
pertinaz búsqueda que descifre su secreto.
El sentido de la vista me sometía
diariamente a una tortura silenciosa. Sólo verla me activaba las glándulas,
saturando mi boca de saliva.
Su aspecto, tan esponjoso, con esa piel de
canela tibia, me daba una especie de paz interior, imaginándola mía aunque
fuera por un solo minuto.
Aquella semana, no deje de observarla cada
día a través del cristal del ventanal que daba a la calle. Cuando acababa mi
jornada me sentaba en la parada del bus que estaba justo enfrente del campo
visual que me permitía verla exactamente en el centro, rodeada por el resto de
sus compañeras.
Tan apetecible me parecía a la vista, que enloquecía
por momentos intentando imaginar su sabor en mi boca. Ese misterio era digno de
necesaria respuesta... ¿Que sensaciones despertará en mi universo degustativo?
¿Será suave vainilla? ¿vino afrutado?
...o quizás miel de arce? … ¿Y si tiene un ligero y travieso toque a cardamomo?
Pero ¿Puede que sea puro almíbar?
Tantas cábalas no cabían en mi cabeza...
No era un impulso táctil. No. No era un
deseo de tocarla ni acariciarla...
No tenía intención de oirla, no. No era su
timbre lo que me conmovía.
Quizás una ráfaga de su aroma me
clamase...pero lo que me oprimía era la necesidad de desvelar su sabor, su
esencia definitiva...
Me había convertido en un esclavo bajo la
tiranía de mis papilas degustativas.
Quería salir del atolladero, y decidí
actuar...
Pero de repente, me atormentó la idea de ser
rechazado... ¿Y si ella no quiere?
Me acerque lo más que pude al escaparate de
la fachada y fijé descaradamente la mirada en ella sin rubor alguno.
El tiempo pareció detenerse. Allí estábamos
los dos frente a frente separados por una cortina de vidrio gélido. Ella
permaneció inmóvil, impasible ante mi presencia, pero curiosamente su aspecto
me trasmitía complacencia... algo muy difícil de explicar con palabras...un sí
pero no...un no pero sí...
Sin darme ni un segundo más al devaneo, me
dirigí a la puerta y agarrando el pomo dorado entré con decisión...”Este
misterio sensorial se va a acabar ahora mismo” pensé...
Me dirigí al mostrador y dije a la
dependienta: Quiero la torrija que tienes en el centro de la bandeja del
escaparte...es para tomar.
FELIZ SEMANA SANTA!!! Que pilléis la mejor torrija posible QUINTOS/AS
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